En los pueblos despoblados, las calles empedradas guardan la nostalgia de antiguas vidas que se desvanecen. Las casas vacías, con sus puertas cerradas y ventanas rotas, parecen susurrar historias de familias que alguna vez las llenaron de risas y sueños. La despoblación ha dejado su huella en cada rincón, erosionando las bases de estas comunidades y dejando cicatrices que difícilmente se borran.